Una de las frases más clichés y ciertas en la vida tiene que ver con la realidad de saber que todos, antes o después, moriremos. A pesar de ser lo que algunos llaman “la única certeza”, como sociedad somos bastante incapaces de asumir esto con naturalidad. Peor aún si se trata de ayudar a nuestros niños a asumir la pérdida de un familiar cercano, persona querida o alguna mascota.
Independiente dela creencia religiosa que la familia profese y que, en la mayoría de los casos ayuda a darle sentido a esta pérdida, hay algunas cosas que debemos conversar con nuestros niños y, aunque no nos guste, los padres o adultos significativos somos los más indicados para hacerlo.
En primer lugar, debemos actuar con la verdad, siempre y por más dolorosa que ésta sea. No solo es un muy buen ejemplo (recordar siempre que los niños aprenden desde el ejemplo y no desde el discurso), sino que nos evitará entramparnos en enredos cada vez más inverosímiles. La verdad es una sola: el abuelito (abuelita o quien sea) se murió, ya no lo veremos más con nuestros ojos sino que con nuestro corazón. Esa posibilidad de decirles la verdad a los niños pero, al mismo tiempo, darles una esperanza de aminorar la pena suele ser muy reconfortante para ellos.
El fallecimiento de un ser querido, independiente de la situación en que ésta sea, trae mucha pena y no podremos disimular frente a los niños todo el tiempo. Es muy inconsistente (además de falso) decirles que “no pasa nada” con los ojos inyectados de tanto llorar. Es mejor ser moderado (evitar grandes episodios de llanto) pero asumir la pena y conversarla con ellos. Este acompañamiento ayudará a los niños en su crecimiento emocional, los ayuda a empatizar, a reconocer emociones en ellos mismos y a ser resilientes de su propia pena. No hay que tener miedo a mostrarse humanos con nuestros hijos.
Para muchos niños es muy importante acudir a los ritos que cada familia tiene en torno a la muerte: ir al funeral, asistir al cementerio, hacer una carta de despedida, etc. Esto podría ayudarlos a cerrar ciclos y entender este misterio.
Por último, debemos recordar que los niños pueden ser pequeños, pero no invisibles, y una muerte en la familia seguramente será tema con otras personas al hablar por teléfono, o aumentarán la cantidad de visitas, etc. Esto necesariamente hará que los niños se enteren o, por lo bajo, intuyan que algo pasa. Es muy importante que lo sepan siempre de quienes más los quieren y hacen sentirse seguros: sus papás. No podremos evitar que ellos sufran pero podremos acompañarlos para compartir la pena.
Marcela Valdivia Carretero
Educadora Párvulos PUC
Magister en Educación
Investigadora área Familia y Relaciones Humanas
Ex profesora Facultad educación PUC
Directora Jardín Infantil Andalué
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El Valor Del Ejemplo
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